Volver

Volver al primer mundo.
Antes de poder comunicarme con el mundo exterior, y sentarme a escribir, me tomé unos días para adaptarme a este nuevo ritmo. A despertarme de a poco, sin apuro. A prepararme un café yo misma y desayunar en pijama. A no salir con la cámara como si fuera una extensión de mi cuerpo, a dispararle a todo lo que se me cruzara.
A consumir productos y servicios sin discutir precios. A que no me ofrezcan productos y servicios. A abrigrarme. A tomar agua de la canilla. A comer tanto pan y queso como arroz en Asia.

Los últimos días en Tailandia fueron jornadas de preparación para volver, mental y práctica.
De vuelta a Bangkok, desde Chiang Mai, hicimos una última parada en Ayutthaya, donde está la antigua ciudad capital destruida en 1767 por los Birmanos. Las ruinas son Patrimonio de la Humanidad, si eso dice algo. Después de haber visto varias de estas adjudicaciones, creo que la UNESCO está siendo muy generosa. Aunque en este caso, está bien merecido. 






Como en un déja vu de lo que fue la visita a los templos de Angkor, caminamos durante horas bajo el sol rajante de las 9 de la mañana. En estas condiciones y habiendo estado en las famosas ruinas del reino Khmer hace poco tiempo, no es de extrañar que la visita se haya acortado. La predisposición no es la misma al comienzo que al fin del viaje, y menos cuando pasaste la noche arriba de un tren, y todavía con la piel impregnada de polvo fuiste directo a la aventura. 





Así y todo, dimos lo mejor de nosotros, visitamos, transpiramos, fotografiamos, y tomamos botellas de agua de una, para no darle chance al calor de hervirla en cuestión de minutos. Almorzamos en el mercado flotante de la ciudad y volvimos a la estación.
Las energías que pudimos, las guardamos para el tramo final.  El último día en el continente asiático lo pasamos
de compras en la inmensa urbe de Bangkok, visitando shoppings y mercados, buscando a último momento lo que registramos a lo largo del viaje, creyendo que acá encontraríamos la solución a todos nuestros anhelos. Desde las primeras horas de la mañana con los shoppings aún cerrados, hasta entrada la noche con las persianas de los negocios cayendo a nuestros pies, caminamos buscando, y desmentimos la fantasía de la ropa buena y barata que esperábamos encontrar. 

No voy a mentir, volver a lo conocido, aunque siga en un país ajeno, se sintió bien.
Me encanta viajar, me encanta conocer, me encanta sacar fotos de lo que veo, me encanta descubrir que el mundo no es lo que conocí los primeros 23 años de mi vida, me encanta hastiarme de la comida de un lugar, y soñar con un asado, me encanta que lo asombrosamente mágico e imposible se haga real y palpable, me encanta acostumbrarme al jamón serrano de España, las ovejas de Nueva Zelanda o los templos de Tailandia.
Y me encanta volver. Y mientras muestro las fotos del que fue nuestro único hogar por 3 meses en NZ, la campervan totalmente equipada, esa que soñé tener, festejé comprar, amé organizar, y, de a ratos, odié vivir, siento melancolía. Me encanta la melancolía, esa que viene después de unos meses de terminado el viaje. Y me encanta que los buenos recuerdos, los imponentes paisajes y las incontables experiencias, opaquen los problemas y frustraciones que surgen en el camino.
Me encanta volver y que ese templo a cada esquina, tan cerca, tan a mano, se haga lejano e imposible otra vez. Ningún lugar es conquistado para siempre. Pronto voy a querer volver para ver ese templo que no quise ver, porque era igual que el anterior. 

Por unos meses Francia es mi nuevo hogar.
La primera semana la pasamos en Paris, encontrando amigos, conociendo amigos, caminando sin destino, paseando sin apuro.
Haber visitado los más importantes íconos turísticos hace dos años, fue un gran alivio para los dos. Nadie quiere volver a hacer las 2 horas de cola para entrar al Louvre o subir a la Torre Eiffel. Dedico los días a aceptar el dicho popular sobre la belleza de París, sobre todo si se está bien acompañado. La primera vez andaba de turista ejemplar caminando todo el día, temerosa de intentar comunicarme y que me discriminen por no hablar francés. Mi primer viaje sola en un continente desconocido, todo era nuevo y asombroso. Pero me dejé llevar por las angustias de las limitaciones idiomaticas, y algunos recuerdos quedaron manchados. Volver pudiendo pedir un café en un bar o una dirección el calle, le da todo un nuevo matiz. Aprendí que los franceses son muy correctos y educados. Y si hablás francés, puede que incluso sean muy simpáticos. 






Me cae bien su fanatismo por la baguette, nada de flautita o mignón. Y si sos sólo, y una entera es mucho, te la cortan y venden la mitad. La baguette nunca faltará en la mesa. Casi tanto, como nunca faltarán los quesos después de comer. No antes, en la picada, con el salamín y las aceitunas, después, sanguchito entre el plato principal y el postre. Yo que nunca fui amiga acérrima del queso, me descubro disfrutando un pedazo de camembert o morbier ¿Qué me contás?  


Me gusta Francia, me gusta su comida, su vino, mi novio, su campiña.
Ahora pasamos los días con la familia de Oliv a 300 kms de Paris. Tras seis meses de viaje propiamente dicho, llegar a una casa dónde desde todas las ventanas se ve verde, y donde los únicos ruidos son los pájaros, el perro que ladra cada tanto o el tractor de mi beau-père (¿Bello padre no es mucho más simpático que suegro?), es todo lo que se puede pedir. Incluso cuando no hablás el idioma. Con las clases que me dió Oliv, soy capaz de entender bastante. Y tengo la ventaja de que si no quiero escuchar, solo tengo que pensar en otra cosa y es como si murmuraran a mi alrededor. La próxima etapa es hablar sin frenarme cada dos palabras.
Si tan sólo la primavera se dignara a llegar de verdad, en vez de amagar cada día. 
Me da miedo el invierno porteño, me aterran los ingratos 4°, la lluvia de días, la humedad que llega hasta los huesos. 
Pero más me aterra el 10,2% de desocupación en Francia.
¡Patria, esperáme que ya llego!




2 comentarios:

  1. Sabes que me encanta encanta encanta como escribis y lo que escribis??? Te dije que me encanta????? besosssssss

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  2. No habia leido este ultimo relato.
    Negra sos una genia de la literatura en forma de cronica, ya lo dijimos muchas veces, nos haces sentir y vibrar coo si estuvieramos ahi.
    Sos una genia.
    Gracias.

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