Agua en Chiang Mai

Esperábamos lo peor de nuestro viaje. Leímos mucho sobre la ruta de Vang Vieng en Laos a Chiang Mai al norte de Tailandia, y no parecía alentador. Lo ideal era el mejor bus que pudiéramos encontrar, y confiar en una noche medianamente buena. Leer qie dos días antes un colectivo cayó por el acantilado y murieron varias personas, no era de lo más tranquilizador. 

Lo del bus de lujo no pudo ser. Tuvimos que conformarnos con lo único que conseguimos después de llorar un poco en la agencia de viajes. Cinco horas en "VIP" bus (que no era mejor que el 60) hasta la frontera, y doce horas más en minivan hasta Chiang Mai.
Por un momento sospechamos que no habíamos  tomado la mejor decisión. Venir a Chiang Mai exactamente en los tres días más concurridos del año. 
Songkran, año nuevo, o festival del agua, convoca a locales y turistas sin distinción. Los tailandeses están de vacaciones y se nota. Absolutamente toda la ciudad (y el país también) está de fiesta. Grandes, chicos, locales, turistas, todos están en la calle tirándose agua. La zona más controversial es la "ciudad vieja", rodeado por sus cuatro lados por un foso construido en el 1296 para frenar las invasiones de los birmanos. Principal punto de abastecimiento de agua para pistolas y baldes. La caravana de camionetas llenas de gente tirando agua a baldazos es interminable. Un gran todos contra todos, donde nadie se salva. 
A pie, en moto, en auto, o tuk tuk, todos son víctimas de lo inevitable. Desde las camionetas tiran a las motos, peatones, y otras camionetas. Desde la puerta de casas tiran a motos, peatones y camionetas. Los peatones tiran al que pueden. Cuando el baldazo de agua no es arma suficiente, hay quienes acechan con agua helada. Esos baldes generan aullidos que ningún otro arma consigue. 


Lo impresionante es la técnica que logran adquirir. Calculan perfectamente la velocidad de la moto, el viento, la dirección del agua. No hay baldazo que se pierda en esta guerra cruenta. 
No se puede negar que se agradece un poco de frescura con el calor agobiante  que hace. El problema llega cuando se va el sol, y empapado de punta a punta empezás a tiritar. Para algunos pierde la gracia, pero no para otros...
Hay que juntar coraje y resistir lo que quede de trayecto hasta el refugio, y no volver a salir hasta las ocho o nueve de la noche, que empieza la tregua. 
La felicidad de la gente durante estos días es contagiosa. Todos se liberan, y bailan, y se disfrazan. Es una fiesta donde todos se divierten sin distinción.



En medio de este gran caos en la ciudad, hay quien intenta seguir haciendo turismo. Aunque no parece lo correcto entrar a los templos en short y musculosa, totalmente empapado.
Nosotros nos revelamos y alquilamos una moto para decubrir los alrededores. 25 kms y 150 litros de agua después, llegamos a la puerta de entrada de varias tribus locales, incluidas las mujeres de cuello alto. La entrada de U$S 17 nos hizo desistir. Desde un principio no nos convencía la idea de ir a sacar fotos a un lugar armado para turistas, cual zoólogico. Pero pensando en que sería una experiencia interesante de contacto con lo más auténtico de la zona, y sin más planes, fuimos hasta allá. La cantidad de colectivos de turistas y el precio, nos terminaron de decidir y echamos marcha atrás. 
Probamos suerte con los fabricantes de paraguas de papel, pero era peor que las paradas obligatorias de los ómnibus en la ruta, y otra vez, echamos marcha atrás. 
El día no estaba resultando muy productivo. Lo mejor que nos pasó fue conseguir camas en el tren para ir a Bangkok  en una semana. ¡Ah no, cierto! Los camarotes estabana agotados, asiento normal será. 



Dando por terminada nuestra gira sin éxito, para aprovechar la comodidad de la moto, fuimos a buscar pasajes para ir a Pai (nuestro próximo destino). Pero en el camino, patinamos con la moto, y terminé con seis puntos en el mentón y una renguera ¡Alegría, alegría! 
Pero lo tomamos con humor, al menos una visita al hospital en un año y medio de viaje tenía que haber. Dejamos pasar el detalle de la enfermera de la farmacia que cosideraba suficiente una curita en la herida, y nos quedamos con el cuidado que nos dieron y la eficiencia con la que me atendieron en el hospital.
Con vendas por aquí y por allá, decidimos mejor escapar del agua e irnos a Pai, a tres horas al norte de Chiang Mai, antes de lo previsto.


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